El Movimiento Neurodivergente: la Moda del Auto-Diagnóstico Woke 🌈💊🎭
Por Arno Ozzora M.D.
Luego de vivir la pandemia de COVID-19, se nos aproxima una nueva epidemia, aquella de las enfermedades psiquiátricas. Hay un alza en el diagnóstico de autismo, de déficit atencional e hiperactividad, de tics, de personalidad múltiple, entre muchos otros. Estos diagnósticos van de la mano con nuevas nociones de aparición reciente, todas fomentadas desde los gobiernos y por nuestros sistemas de salud: neurotipo, neuronormatividad, neurominoría, neuroqueer, lenguaje neuroafirmativo y, el que nos compete, neurodivergencia.
Concepto creado por la socióloga australiana Judy Singer en 1998, la idea de neurodivergencia sirve de concepto paraguas para aludir a todas las personas que presenten alteraciones psíquicas o cognitivas. Así se crea una nueva lucha de clases, una nueva lucha de sexos, un nuevo conflicto de opresores y oprimidos: neurotípicos vs neurodivergentes. Los ideólogos neo-marxistas plantean que el sistema neoliberal capitalista crea una sociedad “neuronormativa” y “capacitista” (i.e., discriminador hacia los neurodivergentes). Dentro de este mundo de lucro, los sanos (o neurotípicos) oprimen sistemáticamente a las neurominorías, a quienes tratan como subhumanos, menospreciados y continuamente estigmatizados. Con el fin de combatir estas desigualdades sociales, se concibió el movimiento de la neurodivergencia, una nueva moda de victimización compulsiva de los ideólogos woke. Cito las palabras de un fragmento del blog Emergent Divergence (Gray-Hammond & Adkin, 2023):
“El movimiento de la neurodiversidad es, en su núcleo, un movimiento de justicia social. Aquellos que se identifican como neurodivergentes se sitúan dentro del modelo social de la discapacidad. Es una postura política, una que coloca a la persona en oposición a la medicalización de las mentes humanas. Es un movimiento que expone las fallas de nuestra cultura capitalista y neoliberal actual en Occidente, que busca patologizar todo lo que no se ajusta a una actitud de rentabilidad, autosuficiencia y neurotipicidad”.
En un intento de resignificar la etiqueta psiquiátrica y transformarse en una nueva identidad símil a la del movimiento LGBT+, los ideólogos de la neurodivergencia conciben al modelo médico como opresivo, razón por la que buscan “despatologizar” y “deconstruir” las enfermedades mentales. De este anhelo surgió el movimiento por la despatologización, el mismo que logró transformar el diagnóstico de disforia de género en la identidad transgénero. De ahora en adelante, las enfermedades psiquiátricas ya no están ligadas a la medicina, sino que deben someterse al arbitraje de la sociología. Ya no es algo indeseable, sino que se transforma a la enfermedad en una identidad de las “diversidades”. Con el rechazo del modelo médico, los neurodivergentes alcanzan un “empoderamiento”, para luego colectivizar su representatividad en el sistema democrático. Se “democratiza” así el diagnóstico psiquiátrico.
El tratamiento ya no es farmacológico, pues el problema no es la biología, sino la estigmatización ejercida por la sociedad. El tratamiento se deja entrever: la sociedad debe recibir una re-educación ideológica para que comencemos a interpretar la neurodivergencia como algo normal, como una condición deseable y aplaudible. De ello surge la necesidad de un nuevo control del lenguaje, equivalente al lenguaje inclusivo, lo que estos denominan como lenguaje neuroafirmativo. Estos diccionarios de neo-lengua orwelliana poseen palabras permitidas y palabras prohibidas. Así como el feminismo propuso la Educación Sexual Integral como su mecanismo para adoctrinar a los niños en ideología de género, el Estado y el movimiento neurodivergente quieren imponer el programa LEANS (Learning About Neurodiversity at School). Gracias a este programa, los niños serán capaces de aprender sobre los diagnósticos despatologizados, así como también descubrir su propia identidad neurodivergente. Si nosotros, como padres, no deseamos que ellos atiendan a estas clases, tal acto será interpretado como un atentado contra los derechos humanos de los niños, un discurso de odio.
Como consecuencia de la romantización de las “neurominorías”, actualmente hay un auge de influencers que simulan enfermedades mentales con tal de recibir likes, a quienes se les identifica como sickfluencers (en español, influencers enfermos). Cada vez más jóvenes se auto-diagnostican con numerosas enfermedades mentales en TikTok e Instagram, quienes posteriormente van al médico con la intención de que les concedan su tan ansiada etiqueta de neurodivergente. De esto han surgido numerosos detractores, quienes acusan a estos individuos de ser meros simuladores que solo buscan atención del resto, un acto que se ha acuñado en las redes como fakeclaiming (en español, desacreditar el diagnóstico). Cuando los presuntos neurodivergentes van al médico por su diagnóstico, muchos profesionales no se los dan pues no cumplen con los criterios. Ante tal respuesta, los identitarios de la neurodivergencia se frustran y buscan a un terapeuta más progresista o descriteriado que sí esté dispuesto a darles su anhelado diagnóstico, fenómeno que ha sido acuñado como decepción diagnóstica.
“La gente señala que el diagnóstico de trastornos de salud mental ha sido históricamente un privilegio de personas blancas y de clase alta, por lo que excluir a alguien del diagnóstico no solo es capacitista, sino también clasista, sexista y racista. […] Si eres blanco y dices que ‘el auto-diagnóstico es malo’, estás siendo racista y clasista al mismo tiempo.” (Mellor, 2021).
Como verán, muchos médicos siguen sin querer darles el “privilegio” de ser diagnosticados psiquiatricamente. Una etiqueta psiquiatrica despsiquiatrizada, una nueva identidad que abre las puertas a un nuevo mundo colectivo, a una protección social contra la discriminación, a safe-spaces que les garantizan utópicamente la erradicación de todo tipo de malestar. Esto ha llevado a los neurodivergentes a tomar la decisión de menospreciar el sistema médico, a cuestionar su lazo con las enfermedades mentales, pero apropiarse de un diagnóstico con el que se auto-perciben. De ahora en más, tener el diagnóstico es una forma más de estar sano. El autismo ya no es una discapacidad, sino que no es más que un constructo social. Para ser autista, basta con sentir que se es autista. Con eso basta para muchos terapeutas.
“Existen muchas otras complejidades en el debate sobre el auto-diagnóstico del autismo, considerando el colonialismo, el racismo, la misoginia y la transfobia (por mencionar algunos)… […] Uno de los principales argumentos que se presentan en contra de la auto-identificación [auto-diagnóstico] es: '¿y si se equivoca?'. Nosotros responderíamos: '¿cómo podría estar equivocado?'. El autismo es un concepto abstracto, los criterios diagnósticos están fundamentalmente equivocados, basados solo en niños blancos occidentales que muestran respuestas al trauma. El autismo no existe como una entidad tangible. No se puede tocar, manipular ni interactuar con él. Lo que realmente existe son las personas autistas.” (Gray-Hammond & Adkin, 2023).
En convergencia con la ideología de género surgen los neurogéneros, aquellas auto-percepciones del género que son condicionadas por los diagnósticos psiquiátricos. Aquí encontramos el autigénero, aquel que se condiciona por el diagnóstico de autismo, el TOC género, para los trastornos obsesivos compulsivos, y el bigirlpolar, aquel ligado al trastorno bipolar que fluctúa entre lo femenino durante la manía y lo “demi-mujer” durante la depresión. Otros “avances científicos” podemos mencionar. Tenemos la teoría neuroqueer de Nick Walker, los estudios críticos en autismo y la neurociencia crítica, todos ellos fundamentados desde la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, así como también por las interpretaciones neo-marxistas y post-estructuralistas del feminismo, la interseccionalidad y el movimiento LGBT+.
Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que no existe una epidemia de trastornos mentales, sino una epidemia de etiquetas psiquiátricas, deseadas e instrumentalizadas como excusas para justificar conductas socialmente inaceptables. Según las estadísticas de California, uno de los Estados más progresistas de los Estados Unidos, hay 1 autista por cada 12,5 personas (Baletti, 2025). Otro estudio nota que, por alguna razón, hay más mujeres que hombres con el diagnóstico de autismo, justificado por el recientemente descubierto “fenotipo femenino del autismo” (McCrossin, 2022). Esto debe resultar curioso, pues el autismo fue, históricamente, mayoritario entre los varones. Más curioso aún, el presidente Gabriel Boric promulgó en el año 2023 la Ley TEA para “proteger y promover los derechos” de los individuos con el trastorno del espectro autista. Un año más tarde, el entonces presidente norteamericano Joe Biden promulgó la Autism CARES Act. Algo se está cocinando a escala internacional y, aún así, pasa desapercibido por la persona de a pie, quien lo asimila como si se tratase de un fenómeno genuinamente “médico” o “científico”.
Todos estos sucesos no son meramente un problema de salud pública, sino que debe ser interpretada como una consecuencia de intervenciones político-ideológicas. La política progresista se entromete cada vez más en la salud mental, en la mente de sus ciudadanos. En nombre de mejorar de intervenir sanitariamente, comienza un proceso de creciente regulación e intervención del pensamiento privado, adultos que cada vez se conducen más infantilizados y atomizados. La izquierda ha comenzado a dinamitar todas las bases que sostienen lo que conocemos como la especialidad psiquiátrica, a moldearla en semejanza de sus propias interpretaciones socio-políticas.
Ante semejante coyuntura vale la pena preguntar, ¿acaso la psiquiatría “derechista” es mejor? ¿Acaso debemos retornar a una psiquiatría coercitiva? Veremos finalmente el Estado terapéutico que el psiquiatra Thomas Szasz temía en el siglo pasado, dominado por intereses espurios, funcionarios públicos y las grandes farmacéuticas. Falsos positivos, sobre-diagnósticos y sobre-medicalización de niños y adultos. Son numerosas las controversias que mancillan la práctica pasada y moderna de la psiquiatra, un sinnúmero de hitos contemporáneos que nos indican que la vieja psiquiatría está bajo asedio por una nueva psiquiatría. Un cambio de época. El giro hacia una nueva normalidad.
No ahondaré demasiado. Lo dejaré todo para mi libro, en donde trataremos todos estos temas y muchos otros. Un libro cuyo nombre no me hará de muchos amigos entre mis colegas: El Dogma de la Psiquiatría: una Disciplina Liberticida.
“Si el cerebro es una forma de interioridad, la forma de exterioridad que lo mandata es el capitalismo cibernético-autoritario y, por tanto, si una neuropolítica revolucionaria puede apuntar no solo a modificar la manera en que imaginamos la “inclusión”, sino precisamente a alimentar un proceso de transformación radical, vital y urgente, quizá sea en la medida en que al iluminar las rearticulaciones eugenésicas del neuroextractivismo, de cuenta también de extendidos procesos de dominación social que toman formas más “banales”” (Sir, 2025).
Referencias Biblográficas
- Baletti, B. (2025, April 15). 1 in 31 kids had autism in 2022 — Up from 1 in 36 in 2020. The Defender. https://childrenshealthdefense.org/defender/autism-prevalence-rise-1-in-31-cdc-study/
- Gray-Hammond, D., & Adkin, T. (2023, August 28). Creating autistic suffering: The self-diagnosis debate. Emergent Divergence. https://emergentdivergence.com/2023/08/28/creating-autistic-suffering-the-self-diagnosis-debate/
- McCrossin, R. (2022). Finding the true number of females with autistic spectrum disorder by estimating the biases in initial recognition and clinical diagnosis. Children, 9(2), 272. https://doi.org/10.3390/children9020272
- Mellor, S. (2021, September 4). ‘Munchausen by Internet’ and the dangers of self-diagnosing mental health issues on TikTok. Fortune. https://fortune.com/2021/09/04/tiktok-mental-health-self-diagnose-videos/
- Sir, H. (2025, June 20). Neurodivergencia, eugenesia y revolución: Lo que Chapman nos pone a pensar. Caja Negra Editora. https://cajanegraeditora.com.ar/neurodivergencia-eugenesia-y-revolucion-lo-que-chapman-nos-pone-a-pensar-por-hugo-sir/
Dr donde puedo comprar su libro
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