Discriminación ideológica en Chile. 🦊🦔

Discriminación ideológica en Chile. 🦊🦔 

Una crónica libertaria sobre libros prohibidos, ferias públicas y la batalla por la libertad de expresión.


Por: Zézar.

La primavera había llegado a Santiago, pero no para todos. El cielo limpio de octubre parecía una página en blanco. Pero bajo su calma, se gestaba una historia que jamás sería escrita... a menos que alguien se atreviera a contarla. Las editoriales independientes desplegaban sus carpas en el Parque Bustamante para celebrar otro año de la feria “Primavera del Libro”. Bandas de jazz, niños corriendo, aromas de café de especialidad y feminismo estratégicamente bien colectivista, decoraban el ambiente. La cultura, otra vez, celebraba su diversidad. O eso parecía.

Alejados, en una esquina del parque, más bien al otro lado del corral, un grupo de zorros y erizos, firmes, valientes y profundamente decididos, observaban con preocupación. Aunque podían oler el peligro y la aversión, ellos sabían muy bien que era en esos parques donde siempre debían estar. No como intrusos, sino como parte esencial del paisaje cultural que tanto defienden. Esta vez fueron marginados, sí, pero estos zorros y erizos son indomables.

La editorial Entre Zorros y Erizos liderada por su Directora Sofía Abarca habían sido vetados de participar en la 12ª Primavera del Libro, organizada por la Asociación de Editores de Chile con apoyo de la Municipalidad de Providencia. La justificación: su catálogo no armonizaba con los “lineamientos” del evento. Traducido sería algo así como: publicas libros que hacen pensar diferente.

La decisión de censurar a Entre Zorros y Erizos de esta feria de libros vendría directamente de la organización, es decir, el mismo Estado que promete pluralismo y cultura abierta había cerrado la puerta por pensar distinto. A diferencia de otros grupos que han hecho apología de la violencia sin consecuencias, la joven directora de Entre zorros y Erizos no fue advertida de que su editorial era violenta, ni que infringía la ley, ni que promovía el odio. Le dijeron algo mucho peor: que sus ideas no están alineadas con el poder político.

Que nadie los lea.

Entre Zorros y Erizos no publica panfletos fascistas ni apologías del crimen. Publica libros sobre la libertad, la filosofía del individuo y los derechos fundamentales. Edita a autores liberales, libertarios y conservadores, vende libros desde Hayek hasta Stirner, desde Huerta de Soto hasta Dalmacio Negro. Incluso voces que entre sí no se tolerarían, pero cuyas diferencias intelectuales enriquecen el debate, aunque para los iluminados que ya creen haber encontrado la verdad de la vida, toda disidencia es herejía. En un país que se jacta de su diversidad, la editorial cometió el peor de los crímenes: no lamer la bota de los iluminados que reparten los fondos.

¿Desde cuándo la cultura necesita lineamientos? ¿Qué significa “alinearse” en una feria de libros? ¿No eran los libros los refugios de los disidentes? necesitábamos encontrar respuestas conversando con Sofía, si bien no lo dijo con palabras, su silencio lo gritaba: la cultura en Chile está intervenida y capturada por burócratas con vocación de clérigos. Porque así funciona el poder cuando no puede prohibirte directamente: te hace invisible.

Al recordar otros incidentes como este, puedo decir fuertemente que esto no es otro caso de censura más. Esto es un recordatorio potente de que los espacios "culturales" en Chile están secuestrados: ya no se escribe, se adoctrina directamente. No gana el que escribe mejor, sino el que repite la narrativa política oficial.

Aunque este caso estalló como un petardo silencioso, no apareció en los grandes medios, no hubo cobertura de prensa y no hubo escándalo. Porque lo que se censura no se discute: se ignora. Sofía hizo lo impensado: usó la Ley Zamudio, creada para proteger a las minorías, para demandar por discriminación ideológica. Una jugada valiente, pero también arriesgada. Porque el Estado no solo financia a sus favoritos, también se adjudica para sí las reglas del juego.

Hace algún tiempo, otros libros fueron quemados por pensar distinto. En 1973, el fuego fue militar. En 2023, la exclusión vino disfrazada de formularios de inscripción. Pero el patrón de censura es el mismo, el poder político teme a quienes piensan y buscan educarse.

Ahora bien, junto con el problema de que existen editoriales excluidas de ferias públicas, apareció otro punto quizás aún más inquietante: y es que en Chile, a casi nadie le importa. Porque parece que el país ya se acostumbró a que el arte se reparta como un botín partidista, a que los “libros buenos” sean los que repiten la ideología oficial, y a que todo lo que huela a libertad sea automáticamente tildado de “problemático”, especialmente por los fanáticos religiosos de la política. Es así porque un país verdaderamente libre no necesita editoriales domesticadas. Necesita libros que incomoden. Ideas que desafíen. Ferias que sean realmente diversas. Porque la libertad no es decorativa, es un derecho fundamental: el de publicar obras literarias incluso si un burócrata municipal las desprecia.

Sofía lo entendió hace mucho tiempo. No pidió permiso a quienes atacan la libertad. No se arrodilló ante la burocracia. Siguió publicando. Siguió organizando su propio stand. Abrió comunidades y canales con lectores huérfanos de representación. Convirtió la exclusión en un acto de resistencia. Porque al final del día, el Estado ya no necesita quemar libros. Solo necesita que nadie los lea.

Inspirar.

Mientras escribo esta crónica, la demanda interpuesta por Sofía Abarca por discriminación ideológica sigue su curso. Nadie sabe si la justicia chilena le dará la razón. Pero algo mucho más profundo se está gestando. Porque cuando alguien desafía al poder, cuando hay coraje, sacrificio y una búsqueda sincera de libertad, comienza a inspirar a otros. Es un fuego que comienza a encender trincheras insospechadas. Ya no está sola. Ya no estoy solo. Cada uno, desde su lugar, librando sus propias batallas. Y esas batallas, por pequeñas que parezcan, también son literatura.

Porque esta crónica no trata solo de censura y coacción (soy libertario, y esas cosas son parte del paisaje bajo el poder político). En realidad, esta historia trata sobre una joven editora que encarna una narrativa de resistencia. Una mujer enfrentando estructuras de poder por defender su derecho fundamental a pensar distinto. Una joven libertaria que, frente al poder político y toda su burocracia, se atrevió a no rendirse. Porque no se trata solo de escribir bien. Se trata de escribir con coraje, cuando escribir te cuesta algo. Eso, y no otra cosa, es literatura en su forma más pura.



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